La Pedrera
El éxito de los dos edificios residenciales construidos en el Ensanche de Barcelona a principios del s. xx supuso un nuevo encargo para el arquitecto Antoni Gaudí y le proporcionó un cliente nuevo, el señor Pere Milà, un adinerado burgués de buena familia barcelonesa que se había casado con la señora Rosario Segimon, una joven y rica viuda de Reus. Un año después de la boda, encargaron a Gaudí su residencia, un edificio de pisos de alquiler en el Paseo de Gracia, la avenida que vertebraba la nueva Barcelona y que a principios de siglo era el mejor escenario para la vida social de una ciudad en plena euforia urbanística.
UNA CASA PARA LOS SEÑORES MILÀ-SEGIMON
Gaudí plantea el proyecto asumiendo la voluntad del cliente y diseña un edificio singular en todos sus aspectos, empezando por la estructura a base de pilares, que permitía una absoluta flexibilidad en su distribución, y siguiendo con los ascensores, que facilitaban el acceso directo a los pisos desde el vestíbulo y los patios, amplios, higiénicos, ventilados y luminosos. En su conjunto representó una novedad radical en relación a las casas del Ensanche por más ricas y ornamentadas que fueran. El edificio está constituido por dos bloques de viviendas con accesos independientes, organizados alrededor de dos grandes patios interiores intercomunicados.
La Pedrera en construcción c. 1910. © Cátedra Gaudí-ETSAB-UPC. Fondo Josep Bayó, constructor
UN CHAFLÁN INSÓLITO, EN UNA ESTRUCTURA SINGULAR
Precisamente esta nueva concepción estructural explica que las imponentes fachadas de piedra, de aquí les viene la denominación popular ‘La Pedrera’ (cantera en catalán), al no ser estructurales como era habitual en las casas tradicionales, permite esta libre composición de las fachadas, facilitando que ventanales, balcones y tribunas se compongan de forma impresionante, variando durante el transcurso del día, de acuerdo con el recorrido del sol.
Gaudí, en un acto de genial rebeldía, algo muy característico en él, disuelve la geometría del chaflán, que es un aspecto urbano que medio siglo antes Ildefons Cerdà impuso como rasgo invariable del nuevo trazado del Ensanche, y, no satisfecho con esta trasgresión, invadió la acera con un notable pilar, superando con creces la altura permitida por la normativa, construyendo las magníficas buhardillas con unos dos cientos setenta esbeltos arcos parabólicos y catenarias de ladrillo que sostienen la espectacular azotea, un paisaje artificial único en el mundo.
LA AZOTEA, LA CREATIVIDAD MÁS PLENA
Una cubierta insólita y cargada de fuerza artística sin nada que ver con la arquitectura de su época. De perfil sinuoso, siguiendo la forma y ritmo de la fachada principal se sitúan los diferentes elementos: ‘badalots’ o cajas de escalera, torres de ventilación y chimeneas. De formas dinámicas y simbólicas de libre interpretación, se corresponden con una función utilitaria preconcebida. Algunos son tratados con trencadís de cerámica, piedra, mármol y vidrio.
Fachada rupturista y de anticipación
Las tres partes que configuran la fachada principal se proyectan como un contínuum formal de una belleza deslumbrante. Gaudí diseñó un muro de piedra suspendido en los forjados sin ninguna función estructural anticipándose, formalmente, a las arquitecturas centroeuropeas posteriores, como las de Erich Mendelsohn y otros. La fachada posterior, que es de una longitud menor, por razones obvias, está compuesta con idéntica libertad formal, pero con unos materiales y técnicas constructivas más modestas y contenidas.
UNA OBRA TOTAL
En esta obra Gaudí contó con la colaboración del joven arquitecto Josep Maria Jujol, con quien ya había trabajado en la casa Batlló. Satisfecho de su trabajo le pidió una nueva colaboración en el Park Güell y, finalmente, en la reforma de la Catedral de Mallorca.
La casa Milà es un ejemplo de ‘arquitectura total’, en el sentido que su radicalidad expresiva se manifiesta por doquier, desde el planteamiento funcional y constructivo, llegando a todos los rincones del edificio. No se trata de utilizar un lenguaje ‘art nouveau’ para revestir una planta convencional, como se da en muchos ilustres ejemplos modernistas de la ciudad. Los treinta y dos balcones de forja son tratados como esculturas y los cielos rasos de los interiores de las viviendas, nos muestran una Pedrera con una plástica nunca antes vista.
Se trata de una concepción espacial que lo informa absolutamente todo, y, como ejemplo, es necesario observar como en la Casa Milà los tradiciones patios de las casas del Ensanche son sustituidos por los dos grandes patios de planta circular y elíptica que se expresan como espacios de referencia del edificio, llevando al visitante desde la calle a la azotea a través de ellos, facilitando una mejor iluminación y ventilación a los dieciséis apartamentos. Las fachadas de los patios son un auténtico espectáculo de formas, luz y color. El color lo aportan las pinturas murales que los decoran, con motivos principalmente florales, que también encontramos en los techos y en las paredes laterales de los dos vestíbulos de acceso y de la escalera principal, con diversas escenas de referencias mitológicas.
LA PEDRERA, SATIRIZADA Y RECONOCIDA
La propietaria, la señora Segimon, nunca supo valorar ni entender al arquitecto que su segundo marido, ‘Perico Milà’, como lo apodaban sus amigos, había escogido para que les construyese la mejor residencia de la ciudad, un encargo que Gaudí cumplió perfectamente. El piso principal, que ocupa toda la superficie del solar, tiene una extensión equivalente a la de los cuatro pisos señoriales que hay en cada planta.
La Pedrera fue incomprendida, objeto de mofa por parte de la prensa satírica de la época, que no supo valorarla. Fue la última obra civil de Antoni Gaudí, terminada en 1912, después de un pleito con la propiedad por una cuestión de honorarios, que acabó en los juzgados y que finalmente ganó Gaudí.
A pesar de todo, su singularidad y su valor patrimonial y artístico quedaron ampliamente acreditados en el momento en que se incluye en el catálogo del Patrimonio Artístico de la ciudad de Barcelona el 1962, con su declaración como Monumento Histórico Artístico de Interés Nacional por el Gobierno español en 1969 –actualmente BCIN (Bien Cultural de Interés Nacional)– y la UNESCO la inscribe como Bien Cultural del Patrimonio Mundial el 1984, por su valor universal excepcional.
Actualmente es propiedad de la Fundació Catalunya-La Pedrera, que está al cuidado de su difusión, conservación y preservación. La Pedrera alberga un importante centro cultural de referencia en la ciudad de Barcelona por el conjunto de actividades que organiza y por los diferentes espacios museísticos y de uso público que incluye.
HORARIOS
De noviembre a febrero, de 9 a 21h.
De marzo a octubre, de 9 a 23h.
Cerrado: 25 de diciembre y una semana de enero para tareas de mantenimiento (consultar las fechas en www.lapedrera.com).
CÓMO LLEGAR
Autobús: 7, 16, 17, 22, 24, V17.
Metro: L3 / L5 - Diagonal.
FGC: Provença-La Pedrera.
RENFE: Passeig de Gràcia.
TRANSPORTES TURÍSTICOS
Bus Turístic: Ruta Azul Tibidabo
Barcelona City Tour: Ruta Este Tibidabo